Este artículo no es presunción, ni mucho menos; la adquisición de un teléfono inteligente (o smartphone) me significó un debate interno de cientos de preguntas: ¿realmente lo necesito?, ¿para qué lo voy a utilizar?, ¿qué beneficios obtendré a corto y a largo plazo?, ¿Blackberry vs iPhone?. Lo cierto es que no me gusta hacer gastos innecesarios, ni ser arrastrado por las modas. En fin, terminé adquiriendo uno. El Blackberry fue mi elección, y no sólo por el plan económico, sino que se adaptaba a mis necesidades básicas: Internet y aplicaciones sociales.
De inmediato me adapté a él (o eso creo), y todo porque pasé por la racha del juguete nuevo -picándole aquí y allá como endemoniado-. Empecé con las funcionalidades básicas de cualquier teléfono móvil hasta las semejantes a las de una computadora personal: agregué mis contactos, mandé SMS, agregué mis cuentas de correo electrónico, las redes sociales, descargué algunas aplicaciones, etcétera.
A lo largo de los meses he estado experimentando los efectos de mi adquisición y a su vez, observando los de otras personas. No hay duda, nos estamos llenando de interrupciones. El hecho de tener un smartphone es sinónimo de estar siempre conectado, ser presa de la inmediatez y ser víctimas de los reproches. Sin embargo, también hay cosas positivas. Para dar mayor énfasis a cada una, las describiré por separado: Leer más